Ayer bailé como un loco. Sé que lo más probable no será el mejor espectáculo de la pista ver a un spanish boy, medio torpe, con unos cuanto kilitos de más moverse por toda la pista, pero me chupa un huevo el espectáculo. En la mañana fui a la playa y caminando descalzo me salieron unas ampollas, que más que ampollas creo que son quemaduras. En la noche bailé hasta las cuatro de la mañana, olvidándome del dolor. Menos salsa y merengue que tiren lo que sea. Descubrí un sitio en Miami, tras quince años de marchas horrendas en esta ciudad, que ponen la música perfecta par a mi. Aquella música que bailábamos en Titos, la que aprendí a bailar en Calas, en el Rockolla, y luego en Grafitti, y a las tantas de la madrugada en el Tiffanys. Esa música que no sigue patrones, que no tiene pasos incorrectos o correctos, solo pasos. Esa música que te permite hacer el tonto, saltar, correr, jugar. Hacía tanto años que no disfrutaba bailar sin importarme qué pensaran los que miran, que creerán los se fijan. Ayer no había nadie en la pista, solo mis colegas, mi agua y yo. Mi camisa terminó empapada, los pantalones vaqueros también. El pelo mojado, los pies adoloridos, el cuerpo bañado en sudor. Bailar me levanta el ánimo, y la autoestima. No sé por qué, pero es así. Esta mañana mes desperté con esta canción en la cabeza, con ganas otra vez de ir a bailar con mis colegas. Gracias.
Alexandra Stan – Mr. Saxobeat
El Mortero 