Nunca me ha gustado pedir autógrafos o hacerme fotos con famosos. Quizá por no querer molestarlos, o porque no me seguir los pasos de la masa y por eso pienso, “estos tíos estarán hasta los huevos que los acosen, yo paso de ser el pringao con el que exploten”.
Recuerdo pedir mis primeros y únicos autógrafos en el campeonato del mundo de natación en Palma, en 1999. Me firmó con indiferencia Martín López Zubero, un italiano calvo y unas tías que estaban muy buenas que ni tengo, ni tenía idea en ese entonces de quiénes eran. La cosa es que no recuerdo con claridad a nadie firmarme en aquella pequeña libreta, pero sí recuerdo el despotismo de López Zubero, quizá aquel desplante desató mi desprecio a cualquier autógrafo posterior. Más tarde ya en mis días de periodista no recuerdo haber pedido la firma a nadie, ahora ya por una cuestión de ética. Alguna que otra foto con Enrique Iglesias, Gloria Estefan (porque me lo pidió ella), Alejandro Sanz (porque a Lari le haría ilusión), y bueno, un par de cheerleaders de los Saints, pero en líneas generales también paso mucho de hacerme fotos con famosos.
Y qué valor tiene un garabato en un papel, que a duras penas reconoces quién lo firmó y quién lo hiciera no sintió el más mínimo interés de realizarlo. Tener un papel con las firmas de tus personajes más adorados puede parecer que te acerca a ellos, que tienes en tu haber un trocito de su vida pero en realidad, a menos que esa firma te llegue en forma de dedicatoria, el autógrafo no deja de ser un poco de tinta con un diseño singular.
Pues yo creo que tiene que ver mucho con tu primera experiencia. La mia fue en una libreta cuadriculada, azul, y pille a Roa, Olaizola, Ivan Campo, Marcelino, Romero, Eskurza, Mena, Valeron, Stankovic, Amato, Ezquerro, Gabi Moya, Paco Sanz…y Bebeto, que pasaba tambien por el Luis Sitjar!
Pues eso, que me gusto la cosa y se me pego… que le voy a hacer.